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by Oscar Sánchez Fernández de la V
Saturday, May. 15, 2004 at 5:59 AM
ofdelavega@edu.xunta.es
¡Por una globalización que sitúe en su centro el desarrollo humano individual!
“Los seres humanos no existen, la sociedad humana y la civilización tampoco.
El ser humano solo existe en nosotros mismos como una posibilidad de futuro. El mono continúa desnudo.
En los inicios de una nueva era ,llena de posibilidades ,sobran medios para erradicar el hambre , pero sin embargo las pieles de los habitantes una parte importante del mundo son masticables y un niño muere de hambre en el mundo cada dos segundos. Sabemos que las personas que van dentro de los féretros aún no están muertas, pero nadie hace lo mínimo por detener las manos de los enterradores, que continúan soltando soga”.
Oscar Sánchez Fernández de la Vega (google) autor del libro “Diez Horas con la Globalización”(google,foro-los retos de la globalización, indymedia.org, yahoo, amazon, elcorteingles, netbiblo.....)
Los seres humanos no existen, la sociedad humana y la civilización tampoco.
El ser humano solo existe en nosotros mismos como una posibilidad de futuro. El mono continúa desnudo.
Permisividad, dejadez e insensibilidad es lo que muestran ante la miseria, la muerte y las injusticias, los países ricos, las instituciones supranacionales y en general los individuos que componemos las diversas sociedades,
En los inicios de una nueva era , llena de posibilidades ,sobran medios para erradicar el hambre , pero sin embargo las pieles de los habitantes una parte importante del mundo son masticables, y un niño muere de hambre en el mundo cada dos segundos. Sabemos que las personas que van dentro de los féretros aún no están muertas, pero nadie hace lo mínimo por detener las manos de los enterradores que continúan soltando soga.
Ahora que la universalidad parece más posible que nunca, la siempre plomiza realidad nos dice que independientemente de las buenas intenciones declaradas en su momento por los cincuenta países firmantes de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” (Paris-1948), la verdad es que han pasado ya más de medio siglo , y se continúan pisoteando los derechos humanos. Ciento treinta millones de niños no han recibido ningún tipo de educación, existen veintidós millones de refugiados, doce millones de menores mueren de desnutrición, concretamente , mil millones de personas carecen de agua potable, millones de niños en situación en situación de explotación laboral extrema, mil trescientos millones de personas viven en situación de pobreza, millones de mujeres mueren violentamente, continúan las torturas, los genocidios, la trata de blancas, los desaparecidos, etc. ¿Es razonable que se tardasen veinte años en conseguir que las empresas farmacéuticas acepten la producción de fármacos genéricos para combatir el Sida?.
Nadie es ajeno, y lo que es peor inocente, a la siniestra simetría de los monos desnudos del machete. ¿Qué sociedad hemos creado que da vida o muerte a unos seres que más allá de la explicación religiosa, muestran su capacidad para matar y su disposición para morir matando masiva e indiscriminadamente a gente común, para que ellos, sus enemigos existenciales, sufran las mismas consecuencias que aquellos millones que ellos consideran iguales, que viven en la miseria y la desesperación, y que creen representar. ¿Quién es el responsable de ese odio sin matices, de ese odio existencial.?. Nadie es inocente.
¿Existe realmente la sociedad humana?¿Creen que existe verdaderamente la civilización¿, ¿Existe realmente el ser humano?
La creación masiva de riqueza en los últimas décadas, no se ha acompañado de una mejora substancial en la aplicación de los Derechos Humanos y lo que es peor se percibe una evidente falta de sensibilidad ante la violación sistemática de los mismos.
Definitivamente, hemos de diferenciar el caduco Sistema Social Piramidal, en crisis y responsable de un delirante aislamiento personal egocéntrico que frena el inevitable proceso de individualización humana, del concepto de “Sociedad Humana” o creación espontánea de un mundo de relación para el que estamos biológicamente preparados. La Historia nos ha enseñado que al menos desde hace unos 6000 años, el sistema que regula las relaciones humanas siempre fue piramidal, es decir una minoría en el vértice que ordena y manda a una mayoría en la base que obedece. En este sistema el poder concentrado en el vértice, gran generador de inestabilidad controlada, daba seguridad a la mayoría y a cambio esta le cedía gran parte de su libertad al estilo del gran contrato roussoniano. Lo máximo que se consiguió con la caída del Antiguo Régimen, en los siglos posteriores, y en especial en el XIX, fue que cambiasen aquellos que ocupaban la cúspide y siendo socialmente generoso la manera de acceder a la misma. En definitiva cambió “el régimen”, dejando el paso la nobleza y el clero a los simples mortales de cualquier extracción social. Salvando las distancias no se produjo un avance radical, ya que en realidad surgieron nuevos recursos humanos copulares, pero trabajando para los mismos intereses y dentro del mismo tipo de organización.
La nueva sociedad civil global y las nuevas estructuras de poder global, se han de ofrecer en un futuro próximo un nuevo contrato social capaz de legitimar un nuevo estado de derecho que pueda crear las condiciones idóneas para que se elabore un constitución global y se inicie la gobernabilidad del planeta. El empezar a pensar en todo eso, no es una entelequia y sí un imperativo categórico.
El nuevo contrato deberá permitir crear las condiciones adecuadas para que el individuo pueda crecer humanamente y pueda desarrollar una serie de valores sociales, culturales, religiosos, etc., que están ahí. Por la parte que le corresponde al individuo, todos sabemos que somos nosotros mismos, los que con nuestros proyectos y actuaciones llenamos de contenido el futuro. Por ello tenemos la obligación de constituirnos en atentos escrutadores de este nuevo caos del que deberá salir un nuevo orden, que se apoye en valores con raigambre histórica y conocidos por todos y no considere a los valores económicos como únicos y universales. Tal vez va llegando el momento de plantearnos la existencia de un “Estado Universal”, por encima de unos “Estados-Nación”, e incluso de los “Pueblos-Nación”, y de considerar que la única nación que realmente existe es la que constituye el propio individuo, autentica odisea vital interior y exterior, auténtico cosmos, único objetivo válido de cualquier “protección” estatal. Si la sociedad esta formada por seres humanos la sociedad será humana.
El individuo es lo importante. En el génesis de la filosofía, la democracia, la república está el individuo con su espíritu crítico. El mundo lo hemos inventado los individuos interpretando, manipulando y soñando la realidad. La razón individual hizo posible la convivencia y la convivencia nos sugirió la base democrática que nos permitió ofrecernos unos a otros el estado de derecho sobre la base a unos contratos sociales que la globalización va a obligar a revisar en u futuro próximo.
Por encima de la construcción de entidades supranacionales, de los Estados-Nación, los Pueblos-Nación y las Autarquías Locales se encuentra el individuo, ese cosmos, esa nación interior, esa particular y grandiosa epopeya vital .
En definitiva, nos surge como última reivindicación global recuperar el Leopoldo Bloom del Ulises de James Joyce, con todos sus derechos y posibilidades en todas las partes del mundo. Por ello en esta línea de futuro, seguro que aún lejano, tendríamos que plantearnos el negociar ante el estado global los derechos de esta verdad metafórica : el individuo nación, con su soberanía personal incorporada, tal vez la única nación que debería existir necesariamente en un mundo realmente evolucionado. En ese momento desaparecerían todos los intermediarios para una nuevas y buenas relaciones humanas, que en definitiva es lo que a todos verdaderamente nos interesa. Una globalización que sitúe en su centro el desarrollo del ser humano, dentro de un contexto ético.
Creer que nuestra identidad nos la puede proporcionar un territorio, un idioma, nuestras tradiciones y mucho menos una bandera, un himno o una patria es simplificar lo complejo. Con seguridad nuestra “individualidad” está potencialmente en nosotros mismos y todos los derechos deberían de orientarse a que se desarrollase total y libremente.
La globalización es compatible con lo particular, con lo individual. Un nuevo orden mundial no supondrá una nueva magma global sino una suma de particularismos significativos. El sentido de ciudadanía global no está ni por encima ni por debajo de los distintos y legítimos localismos o individualidades, son sencillamente compatibles.
¡Por una globalización que sitúe en su centro el desarrollo humano individual!
Oscar Sánchez Fernández de la Vega (google)
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