¿Herbolaria? Mis amigas las plantas

by Raúl Tortolero Wednesday, Aug. 02, 2006 at 12:01 PM
elcarambola@yahoo.com

Las plantas son la familia de uno, son amigas, son parientes y se les quiere, se les respeta, se les ama, y por tanto se les conoce. Hay que conocer su personalidad, su humor, su trato, y nunca verlas como una sustancia a nuestro servicio. Cualquier otra visión es parcial, no integral

“Llamamos herbolaria al estudio de las propiedades de las plantas… bla bla bla”.
Nada de eso.

No estudiamos a las plantas en Medicina Tradicional radical. Son nuestra familia.

Nosotros no nos dedicamos a estudiar a los familiares, los conocemos y los amamos, y los respetamos como son.

Sabemos que unos son mejores para hacer algo que otros. Unos parientes son buenos para el futbol, otros para sumar, otros para los negocios, otros para hacer limpieza, otros para divertirnos, otros son más simpáticos, otros más recios. Cada uno es distinto.

Si buscamos dulzura en un familiar, sabemos con quién acudir. Si buscamos orientación, es mejor ir con una tía que con otra, y lo sabemos. Si buscamos un familiar con quien salir de pachanga, sabemos con quién hacerlo. Pero nunca hacemos una lista así: Juan: para pachanga. Elsa: para asuntos espirituales. Regina: para jugar dominó. Carlos: para los negocios. No hacemos una lista así jamás. Sólo los conocemos.

Y además, puede cada uno tener visos muy diversos en su personalidad. Y hay con quienes nos entendemos más y con quienes nos entendemos menos. Un familiar nos apoya siempre más y otros menos. Unos son más lejanos y otros cercanos.

Pasa lo mismo con las plantas. No tiene por qué ser diferente. Pero nada de esto es enseñado ni en cursos ni en libros. Por eso es que nadie puede hacerse médico tradicional leyendo nada.

Y yo no escribo esto para que nadie se haga médico tradicional en 15 minutos, sino porque me siento a disgusto con el enfoque científico hacia las plantas.

No me gusta cómo las ven, cómo las venden, que nos quieran hacer pensar que son eso que nos dicen. Yo no acepto que mis hermanos sean categorizados como “el ingeniero” o “el abarrotero”, porque esas son siempre reducciones, limitaciones. Mis parientes no pueden ser definidos así.

Debemos acercarnos a las plantas con el corazón.

Al final del día, de muchas de ellas vivimos, nos dan de comer, mueren por nosotros, somos lo que comemos, somos ellas, somos uno. Y nos curan, son médicas, saben cómo hacer las cosas, saben de salud, son seres inteligentes e integrales. Y alegres.

También es un error decir que alguien sabe mucho de plantas cuando lo que tiene en su cabeza es una enumeración ciega y nada afectiva de 3000 plantas. No hay ninguna necesidad de conocer 3000 plantas. Es absurdo y poco práctico. Trabaja con las que tiene cerca. Trabaja con lo que tienes a la mano, siempre. Trabaja con los seres cercanos que te rodean.

Tú puedes trabajar como médico tradicional con unas cuantas, con unas 50 que siempre puedes conseguir, que conoces bien, que no te fallan. Incluso con menos, tal vez unas 20, 25.

Un equipo chico llega más lejos. No se puede ir por el mundo con una marabunta detrás. Conoce bien a tus parientes y amigos y con los más afines muévete. Si esa planta te gustó y te enamoraste de ella, es por algo.

Yo me he enamorado de la albahaca. Huele delicioso, me mueve. Me entusiasma. Me relaja. Me abre el corazón, me alegra. La albahaca es mi novia. Je je je. Sí. La como y me gusta aún más. La querida albahaca. Y tiene tantas propiedades, es tan potente y mágica. Trabajamos juntos, claro está. Pero no es celosa y también admiro la reciedumbre, la fuerza, la magnificencia de la gobernadora. Es tan amarga como útil. Es una señora recia. Y las rosas son guerreras. Las admiro. Esas espinas, ese camino hacia el cielo de puras espinas y algunas hojitas con dientes, y luego ese esplendor tremendo, todo ese color.

Ya existen numerosos libros sobre herbolaria mexicana y mundial. No vale la pena abundar demasiado, escribir sobre las propiedades medicinales que ya son muy conocidas de las plantas, hierbas, flores, árboles, etc. Además, dar recetas por esta vía no parece muy personalizado, muy personal y es un error. Las consultas son algo que implica mucha responsabilidad. No se puede indicar nada sin ver a la persona.

En nuestras consultas por supuesto que muchas veces recetamos hierbas, se aconsejan hierbas por sus propiedades curativas, pero quiero aclarar que la cosa no acaba ahí.

La relación de la Medicina Tradicional con las plantas (y no sólo con ellas, sino con todo el mundo natural, humano y espiritual) es mucho más profunda, mucho más afectiva, mucho más trascendente de un simple recetario de esto sirve para esto y esto otro para esto otro. Me apena ese nivel de conciencia.

Antes que nada, escribo este artículo como una toma de posición, como una postura ante tantos textos sobre “herbolaria”. Ante la proliferación profana de artículos botánicos.

Para empezar, me parece equivocado que siga prevaleciendo la idea de que las plantas son algo así como los pastos de un jardín que todos pueden pisar, y de vez en cuando recordar y alzarlos para hacer una infusión que nos ayuda en algo a sanar.

Hay un grave y erróneo antropocentrismo respecto del uso de las plantas. Elevo mi queja ante esto. Es una falta de respeto.

Hay buenos, hay excelentes “técnicos” en hierbas, que conocen una larga lista de ellas y algunas de sus propiedades curativas.

Lo que en realidad conocen estos buenos técnicos en herbolaria lo saben porque han tomado cursos, de semanas o meses, por los libros o por artículos al respecto.

Y lo que saben es básicamente que hay algunas plantas cuyas raíces, hojas, flores o semillas sirven como antiinflamatorios, o que ayudan en la digestión, o que purifican, o que son astringentes, o que ayudan en tal o cual propósito.

Pero aquí el problema es de raíz.

Decíamos que, de inicio, en ningún momento tales cursos, libros o artículos mencionan ni por error que las plantas y árboles son seres vivos.

Que son tan importantes sus vidas como las nuestras. Hay una falta de respeto en ir a arrancar una planta así nada más. Las plantas no están a nuestro servicio. Puede sonar extraño lo que estoy diciendo. Pero las plantas, al menos dentro del pensamiento de la Medicina Tradicional, son seres vivos, son nuestras hermanas, son nuestras amigas.

Esto no lo escribo como una broma, o como “algo muy bonito”, como una postura cursi o de locura “new age”. No, para nada. Lo escribo con el respeto que me enseñaron mis maestros, con el respeto de la sabiduría ancestral. Esto no es un juego.

Las plantas, los árboles (al igual que todos los seres naturales) son nuestros hermanos, nuestros acompañantes en la vida. Y por tanto, nosotros estamos aquí para ayudarlas y ellas para ayudarnos. Pero no estamos nosotros en una escala por encima de ellas. No somos sus depredadores naturales ni nada por el estilo. A las plantas hay que tenerles respeto. Por no tenerles respeto y pensar que no hacen falta estamos ahogados en el esmog de las ciudades, muriendo un poco con cada respiro.

“Camino espiritual para conocer las plantas”

Las plantas son nuestras hermanas.

Si queremos de veras aprender de ellas, pero no como merolicos, ni por “tablas”, porque ese es el sistema alopático y nosotros somos integrales y somos diferentes, debemos procurarlas. Ellos trabajan con que a esta enfermedad le corresponde esta sustancia y que si tienes este cuadro de síntomas te tocan estas pastillas y esas otras.

Pero aquí la cosa cambia radicalmente. Con las plantas primero debemos, por así decirlo, presentarnos. No es locura, es algo más bien muy lógico. Debemos establecer una relación de amistad, de afecto entre la planta y nosotros. Esto es lo que aconsejamos en la Medicina Tradicional.

Una vez que la planta nos ha visto, que nos ha sentido, que tiene registrado en su memoria, en su cuerpo nuestra energía, nuestra voz, nuestro humor, nuestra positividad, todo será más fácil.

Hablarles con cariño, con amor, decirles lo bellas que son, lo mucho que nos nutren con esa belleza, lo mucho que se refleja de Dios en sus delicadas formas, en sus distintos tipos de hojas, en sus patrones de crecimiento, en el sabor de sus frutos, en la suavidad y colorido de sus flores, en sus aromas, en sus tallos, en sus espinas, en sus ramas, en sus estilos, es algo muy conveniente. Y claro, regarlas, cuidarles su tierra, dormir cerca de ellas una siesta.

Si queremos descubrir los secretos de las plantas, sus verdaderos misterios, no podemos pasar por alto una relación afectiva, de respeto. Hay que frecuentarlas y si algún día cortamos algo de ellas, debemos primero siempre “pedirles permiso”, comentarles para qué vamos a usar esa parte de ellas, cómo es que se justifica que tomemos algo de ellas.

Además, siempre, por regla, para conservar el equilibrio, hay que dejarles algo a cambio, sea un regalito, un poema enterrado a sus pies, una moneda (claro que no van a ir a comprar ellas nada al súper con esas monedas), que es un símbolo, una velita, y hasta unas cuantas palabras, lo que sea es bueno.

La cosa es no nada más estar acostumbrados, con el viejo estilo absurdo de que el hombre es el ser superior de la creación, con el viejo y bobo estilo del antropocentrismo, a disponer de los demás como si fueramos los dueños del universo. No somos ningunos dueños de nada, todos aquí en este universo somos hijos de Dios, del mismo Dios y debemos apoyarnos unos a otros. Una especie a otra, un ser a otro ser.

Vamos en busca de una planta PORQUE ya la conocemos, porque la hemos visto semanas, meses, años enteros, porque sabemos cómo florea, conocemos sus colores, sus frutas, sus sabores.

Es justo como con una persona: ya hemos tenido tiempo suficiente para ver cómo actúa, sus virtudes, sus joyas y sus defectos. Hemos tenido tiempo de establecer emociones positivas y sabemos cómo reacciona, de qué pata cojea.

Comer una preciosa, amada fruta de un árbol es comulgar con ese árbol.

Es regocijarnos en su ser, es agradecer su existencia al cielo. Imaginen el trabajo que le cuesta a una higuera producir con tanta magia y belleza esos higos. Tan nutritivos y tan medicinales. Porque todo es medicinal, pese a que muchas veces no sabemos que lo es. O los libros no nos lo dicen. Porque muchos libros están escritos sin corazón, como un listado de hierbas y propiedades insulso como si se tratara de una lista de tiliches que vamos a comprar o la lista de productos que vamos a adquirir en el mercado. Y aquí hablamos de seres, de seres vivos, de “personas”, en todo momento.

Si el botánico o especialista en hierbas las ve sólo como un conjunto de tronquitos, hojas secas, trituradas como muchas veces se venden, no es una visión integral, no es un médico integral. Es un vendedor de productos, no un sabio, no un chamán, no un hombre-medicina.

El verdadero médico tradicional ve a las plantas como lo que son: seres vivos con quienes relacionarse. Es un enfoque totalmente distinto. Muchos mercaderes de hierbas tienen poco respeto y venden las plantas como alguien en la farmacia te vende una aspirina. Pero la aspirina no es un ser vivo y vibrante, y las plantas sí.

Y quiero decir, un día, tarde o temprano, si mantenemos esa relación con la planta, vamos a soñar sus cualidades. Claro que para llegar a ese punto primero hay que hacer un camino espiritual, permanecer dentro del círculo de congruencia para que el cerebro trabaje de manera muy unificada, para que Dios esté contento y crezca nuestro poder vital o “pila”, para que tengamos lucidez. Y todo esto implica un esfuerzo de varios años, pero vale la pena.

La plantita, ella misma nos va a revelar sus secretos, sus misterios. Primero unos y luego otros. Digamos que el espíritu de la planta “nos habla”, se comunica, vemos entonces cómo podemos usarla. Lo sabemos porque ella misma nos lo quiere decir.

¿Alguna vez se han preguntado de dónde surgió en la antigüedad tanto conocimiento de las plantas, de las propiedades curativas, de sanación de las plantas?

No surge esto de ensayo, prueba y error, no surge de probar a ver si nos sirve. Las plantas nos han hablado siempre. En sueños, o en trance o en visión espiritual, se han comunicado directamente con los médicos tradicionales. No amanece uno sabiendo mucho de una planta por que sí, sino porque la planta quiso revelarnos sus dones. O, en su defecto, que algún espíritu ancestral nos comunica lo que primero a él le fue comunicado.
Si mis maestros me dijeron que tal o cual flor era de esta manera o de la otra, que era un viejito duro y sabio como el peyote, o una guerrera como las rosas, o una recia señora de clima duro como la gobernadora, o un mago creativo como el huizache, o pacífico y fresco como el fresno, no fue porque hayan tomado un curso científico, porque sabemos que la medicina tradicional no es científica, sino espiritual. Pero el conocimiento medicinal de la flora, y de la fauna, así como de los otros reinos, el mineral y el humano, viene de un enfoque espiritual del mundo, del universo, Dios permite que sean reveladas estas cosas para bien de todos, para que, conociéndonos nos apreciemos más, nos amemos más, nos ayudemos a salir adelante unos a otros y nos conservemos unidos. Esa es la idea. Un abrazo.

WEB SITE MEDICINA TRADICIONAL/Raúl Tortolero

http://www.geocities.com/elcarambola/