Mario Roberto Santucho “Escritos (1968-1976)”

by Editorial Ultimo Recurso Friday, Jul. 08, 2005 at 12:43 PM
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PUBLICACIÓN SEMANAL de EDITORIAL ULTIMO RECURSO: El texto de esta semana pertenece al pensamiento de uno de los Comandantes mas heroicos y sobresalientes de América Latina. Contenido de archivo es fruto de nuestras investigaciones, recopilaciones, ponernos a urgar en revistas, internet y libros, encuentros con personas, etcéteras. ACCESO LIBRE a literatura, teoría política e investigaciones sobre organizaciones en www.ultimorecurso.org.ar

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Escritos

Mario Roberto Santucho

1° Edición: Junio del 2004
2º Edición: Junio del 2005

Fuente: Marxists Internet Archive. Corrección y edición a cargo de la Editorial Ultimo Recurso.

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica, modificada, o parecida –esto es, plagio- escrita a maquina por el sistema “multigraph”, mimeógrafo, impreso y demás yerbas, no autorizada por los editores, viola derechos naturales del orden liberal...
No obstante, se reconoce que estos derechos irreales son los que traban la libre circulación de información y se actúa en función de refutar esta realidad: aquí tiene cultura por puro gusto...

© 2005. (Copyleft de esta edición)
Kolektivo Editorial “Último Recurso”
Rosario – Sta. Fe
Hecho el deposito de ley...

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Nota Biográfica


Hijo del procurador judicial Francisco Rosario Santucho y de la maestra Manuela del Carmen Juárez, nació en la ciudad Santiago del Estero el 12 de agosto de 1936. Don Francisco tuvo diez hijos, siete de los cuales nacieron de sus primeras nupcias con Elmina Isabel Juárez y los tres restantes -el mayor de los cuales era Mario Roberto- del segundo matrimonio con una hermana de la fallecida primera esposa.
Desde muy joven, prácticamente en la adolescencia, comenzó a interesarse por las ideas políticas como consecuencia del permanente debate en el seno de su familia en un momento trascendente de la vida nacional, corno fue la década de los 50. El conflicto ideológico que se generalizaba en al ámbito social ante la evidente caducidad de una forma de producción y de vida -la fase premonopólica del capitalismo- conducía al cuestionamiento de valores burgueses, generando contradicciones y la búsqueda de nuevas formas de convivencia.
Los cuestionamientos no sólo se referían a lo económico y político, sino que se extendían a lo ideológico. Los cambios que se producían en el mundo al concluir la guerra contra el fascismo, exponían ante los pueblos nuevas y promisorias experiencias al desmoronarse la barrera de ocultamiento y desinformación erigida por el imperialismo.
El enfrentamiento bélico permitió conocer la realidad de la construcción, del socialismo en la URSS, desenmascarando las patrañas que difundían los confabulados en la defensa del ya agotado orden burgués.
En un hogar profundamente católico con sólidas raíces nacionales, nivel económico y prácticas de vida de las capas más populares de la pequeña burguesía del interior, los nuevos vientos encontraron inmediata receptividad, disipando confusiones, unificando puntos de vista aparentemente opuestos y aportando procesos sintetizadores que, repitiéndose en muchos otros casos similares, definen una tendencia digna de un análisis más detenido.
Sus primeras inquietudes de participación se canalizaron a través de su acercamiento al Centro de Estudios e Investigaciones Socio-Económicos de la Provincia de Santiago del Estero y a la revista Dimensión, donde desempeñaba un papel prominente su hermano Francisco René, quien años después como dirigente del PRT, fuera secuestrado y desaparecido en la ciudad de Tucumán durante el gobierno de Isabel Perón (abril de 1975). Ya comenzaba a interesarse por el marxismo aunque todavía desde una posición crítica, que fue matizando en las relaciones con militantes de izquierda e intelectuales que participaron en las actividades culturales que se desarrollaron en esos círculos. En esas circunstancias conoció, entre otros, a Bernardo Canal Feijoo, Rodolfo Khun, Héctor Agosti, Miguel Angel Asturias, Hernández Arregui y al intelectual polaco anticomunista Witold Gombrowicz, quienes contribuyeron a fortalecer su aspiración de profundizar el conocimiento de la problemática social y política.
Ya estudiante de Ciencias Económicas en la Universidad de Tucumán, interviene activamente en las luchas universitarias participando en la fundación del MIECE (Movimiento Independiente de Ciencias Económicas) que -surge como alternativa entre el Movimiento Reformista -constituido fundamentalmente por corrientes radicales, comunistas y socialistas- y el Humanismo, que expresaba a sectores católicos y a la derecha conservadora. Su bandera de lucha estaba en el cuestionamiento a las vacilaciones y el abandono de las reivindicaciones del estudiantado del Movimiento Reformista que dirigía el Centro de Estudiantes, absorbido por una estéril polémica principista con el Humanismo. Priorizó la lucha por las reivindicaciones principales del conjunto, interesados fundamentalmente en encontrar mejores condiciones para avanzar en sus estudios , y el apoyo a la Revolución Cubana, aún no definida como, socialista.
El MIECE triunfó en las elecciones de 1959 ganando el Centro de Estudiantes y consagrando a Santucho como delegado estudiantil al Consejo Tripartito. La experiencia se extendió a otras facultades, con distintas denominaciones, alcanzando en varias de ellas importantes éxitos generando el nacimiento de una tendencia distinta a las tradicionales del estudiantado.
Comenzaban ya a definirse muchos de los atributos que caracterizaron su personalidad en las luchas posteriores. Su pasión por el estudio, muchas veces obstaculizado por las exigencias de una intensa militancia, trataba de ser satisfecha con organización y constancia, robándole horas al sueño y hasta utilizando métodos de lectura veloz, no siempre acordes con una necesaria profundización. Una confianza ilimitada en las masas lo dotaba de optimismo y una dinámica contagiosa, lo que le permitió enfrentar ambiciosos objetivos generando energías y despertando fuerzas, muchas veces ignoradas, en los que acompañaban en sus esfuerzos.
A comienzos de 1961, y con la aspiración de llegar a Cuba, viaja en compañía de su esposa Ana María Villarreal a través de varios países de América latina; esa experiencia resulta determinante para su futuro.
En Perú conoce al líder aprista Raúl Haya de la Torre, cuyas ideas influenciaban en el naciente Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP). Sale decepcionado de la entrevista. El propagandizado antiimperialismo de Haya de la Torre, en esas circunstancias enmarcado en la “guerra fría” de la potencia imperialista contra el campo socialista, se ha transformado en un mero desarrollismo vergonzante que lo desenmascara ante sus visitantes.
Llega a los EE.UU., participa en debates y da conferencias en algunas universidades, conociendo desde adentro el bastión del capitalismo, palpando las falencias del progresismo de su intelectualidad y las increíbles limitaciones que manifestaban las individualidades más contestatarias al sistema. Hace escala en México donde palpa el descarnado rostro de la inicua explotación a la inmensa mayoría del pueblo, en una democracia capitalista con estabilidad política, presentada por la burguesía como modelo a imitar al resto del continente.
Desembarca en Cuba en un instante decisivo de su Revolución, cuando se proclama el avance hacia el socialismo. El contacto con esa realidad, las conversaciones con los líderes fundamentales y el contraste que advierte con todas las que conociera hasta ese momento -incluso la de la Argentina peronista- definen sus aspiraciones revolucionarias y su adaptación de la ideología marxista-leninista. Regresa convencido y, con su característica decisión, impulsa los pasos para su plena integración a la lucha por la revolución argentina.
En su ausencia, -el 9 de julio de 1961, se había fundado formalmente el FRIP como materialización de la concepción americanista antiimperialista, con reivindicaciones indigenistas que profesaban algunos de los componentes, fundamentalmente Francisco René.

La opción que enfrentaba en esas circunstancias Mario Roberto, estaba en incorporarse a alguna de las organizaciones que invocaban el marxismo o trabajar para construir una nueva organización con objetivos definidamente revolucionarios. Se decide por la más arriesgada, por la única que consideraba factible en ese momento a pesar de las enormes dificultades que presentaba.
Visualiza al FRIP como el embrión a desarrollar hacia el objetivo del partido revolucionario. Fue necesario un intenso debate ideológico interno para superar las profundas diferencias existentes entre su proyecto y las convicciones y metas de muchos de sus compañeros. El poder de convicción del ya conocido "Roby", su ya mentada tenacidad y una práctica conjunta con sectores marxistas en Santiago del Estero (PC y PS) en apoyo a la Revolución Cubana, permitieron importantes avances políticos en los principales componentes de la organización, no sin que se produjeran dolorosas deserciones. Particular importancia reviste, en ese paso, la evolución de Francisco René quien, desde su visión filosófica idealista en un complejo proceso de profundo análisis y debate, concluye enrolado en la concepción materialista dialéctica, donde su producción no fue lo rica que era de esperar al ser víctima, justamente en esa etapa, de la represión de la derecha fascista.
Se lanza intensamente a la actividad de construcción política de la organización. Por ese entonces, el FRIP se extendió a Tucumán, volcándose Mario Roberto al trabajo entre los obreros azucareros. Participando activamente en las luchas que libraban en defensa de la fuente de trabajo y del nivel salarial, amenazados por el proceso de concentración que impulsaban los grandes ingenios monopólicos de Salta y Jujuy. En la misma época, escribe un análisis marxista, estudiando la estructura económica y de las clases sociales del norte del país, el peso en su economía de la industria azucarera y el importante rol de los trabajadores del ingenio y del surco por su concentración y experiencias de luchas; en él se planteaba la necesidad de la alianza del proletariado azucarero con el campesinado pobre y medio, y la importancia de neutralizar a otros sectores medios y pequeño burgueses para aislar a la gran burguesía azucarera. Dicha investigación fue conocida como “Cuatro Tesis sobre el Norte Argentino”.
La permanente dedicación al estudio de los clásicos fue complementada con una riquísima práctica social, en la que fue forjándose definitivamente su personalidad, afirmándose sus convicciones y el temple revolucionario que lo erigieron en el símbolo que hoy es.
Al mismo tiempo, su profundo internacionalismo caracterizó toda su militancia. Ya vimos con qué inquietudes conoció la Cuba revolucionaria; también fue un incansable estudioso y propagandizador de los procesos de Vietnam y todo el sudeste asiático, además de la “Revolución de los claveles” en Portugal que “Roby” miraba con particular esperanza. De la misma manera, fue uno de los principales impulsores de la unidad de los revolucionarios del cono sur de nuestro continente, cristalizada en la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR) que agrupó al MIR de Chile, el MLN-Tupamaros del Uruguay, al ELN de Bolivia y al PRT-ERP.
Integra plenamente su militancia y sus luchas con su vida familiar y de relación. No concebía la práctica política aislada y su confianza, seguridad y poder de convicción influenciaron a todos los que lo conocían. Su compañera Ana María fue erigiéndose en un importante dirigente, lo que la convirtió en víctima de la represión, habiendo sido herida de bala en un reparto de alimentos en un barrio obrero y luego detenida dos veces. En la primera fue liberada en la fuga del Buen Pastor en Córdoba y en la segunda oportunidad, luego de la fuga de Rawson, fue asesinada junto con otros 15 revolucionarios en la base naval de Trelew el 12 de agosto de 1972. Del matrimonio nacieron tres hijas: Ana, Marcela y Gabriela, las que compartieron casi todas las vicisitudes de la vida de sus padres. Fortalecido el FRIP, Santucho se preocupa por establecer relaciones y acercamientos con otras organizaciones marxistas, en la búsqueda de un diálogo que permitiera acercar posiciones y tácticas diferentes. Son conocidos los permanentes esfuerzos que impulsó para generar un debate fecundo con el PCA a quien, pese a las vitales diferencias que mantenía, calificaba como el aliado estratégico en vista a la formación del partido del proletariado. Los primeros intentos comenzaron antes del nacimiento del PRT, en Santiago del Estero, pero se frustraron por la negativa de los dirigentes comunistas locales a mantener relaciones con trotskistas. Con posterioridad -y sobre todo a partir del desprendimiento de los grupos que seguían a Nahuel Moreno- se produjeron avances, aunque con polémicas poco constructivas por su antagonización. No obstante ello, sobre la base de las relaciones que fue estableciendo Mario Roberto en la cárcel, se logró un buen nivel de discusión, materializado no sólo dentro del penal sino también en la atención desde el exterior, a cargo del responsable político del PC de Trelew, compañero Bel, que luego fuera secuestrado y desaparecido durante el golpe de 1976.
Esas relaciones prosiguieron siempre polémicas, pero con pasos constructivos (como la conmemoración conjunta del primer aniversario de la Masacre de Trelew en agosto de 1973 ) hasta cortarse con la acción militar en el Comando de Sanidad, el 6 de septiembre de 1973.
En el camino del acercamiento a otras corrientes marxistas, participando en las luchas de los trabajadores tucumanos, comienza a establecerse vínculos con militantes de Palabra Obrera, organización de tendencia trotskista que desarrollaba el “entrismo” en el peronismo obrero tucumano. Esas vinculaciones a niveles de base fueron facilitando el acercamiento de ambas organizaciones en la región, donde incluso se participa conjuntamente en una experiencia electoral que permite incorporar a dirigentes obreros a la legislatura de la provincia en 1964. En ese proceso y a pesar de las profundas diferencias que advierte Santucho entre las posiciones de ambas organizaciones impulsa la unificación en la Fundación del PRT (25 de mayo de 1965) alentado por las grandes coincidencias que encuentra en la vinculación con la base de P.O.
En la lucha interna que inmediatamente se desata en el PRT, Santucho desempeña un rol prominente en el enfrentamiento a las fundamentales posiciones del trotskismo. Su papel en el III, IV y V Congreso son vitales en las decisiones que se adoptan, rechazando la política del “entrismo”, definiendo el tipo de partido como marxista-leninista e impulsando en la práctica la lucha en apoyo a la resistencia de los trabajadores azucareros ante la violencia de la dictadura militar de Onganía.
Durante ese período, Mario Roberto es detenido en dos oportunidades. Primeramente en Tucumán donde es trasladado permanentemente en diversas comisarías del interior para prevenir intentos de fuga o de liberación por parte de sus compañeros. Finalmente es alojado en la Penitenciaría de la ciudad de Tucumán, junto con todos los presos pertenecientes al PRT. Mediante un ardid para lo cual, con la ingestión de un medicamento, se provoca los síntomas de un ataque de hepatitis, logra su traslado al Hospital Provincial; allí logra fugarse aprovechando un descuido de la guardia, en un cambio de turno. Viaja inmediatamente a Buenos Aires para participar del V Congreso que estaba en preparación.
Posteriormente, en agosto de 1971, es nuevamente detenido en la ciudad de Córdoba cuando se aprestaba a viajar junto con otros militantes para apoyar la fuga de sus compañeros de la Penitenciaría de Villa Urquiza de Tucumán, donde estuvo alojado. Inmediatamente trasladado a la prisión de Villa Devoto en Buenos Aires, es mantenido bajo un riguroso control. Poco tiempo después es detenida en Tucumán su compañera Ana María, quedando sus tres hijas bajo la atención de sus abuelos.
En la cárcel, Santucho impulsa el estudio y la formación política de los varios centenares de militantes de la organización, al mismo tiempo que se esfuerza por mejorar las relaciones políticas con los prisioneros de otras organizaciones populares, especialmente PC, Montoneros, FAR y FAP. Se destacan sus esfuerzos para unificar posiciones -a veces notablemente enfrentadas- entre las diversas tendencias políticas, sobre todo entre el PC y las organizaciones peronistas que desarrollaban la lucha armada. Asimismo, establece sólidos vínculos con destacados militantes políticos y sindicales como Raimundo Ongaro, Armando Jaime, Pujadas y sobre todo Agustín Tosco, con quien mantuvo una fecunda vinculación hasta el final de sus vidas.
Trasladado a Rawson, penal de máxima seguridad, prepara minuciosamente el plan de la fuga que sé efectiviza el 15 de agosto de 1972. En su elaboración, prevé al máximo los diversos detalles de la operación, viéndose precisado a insistir y argumentar reiteradamente, con las dificultades naturales de su prisión, ante la indecisión y la falta de confianza de los que ocupan transitoriamente la Dirección del Partido. La operación en el penal se consumó a la perfección, lográndose el pleno control interno. Pero la falta de fe y las debilidades de los que comandaban las fuerzas de apoyo exterior generó un serio problema. Al intentar el grupo de vanguardia dominar la última guardia externa, se produjo un breve intercambio de disparos que ocasionó, en la jefatura de operaciones externas, la decisión de retirarse con los vehículos para el traslado de los liberados ante la visión de que habría fracasado el intento interno. Consecuencia de tan nefasto error fue la tardía llegada del segundo contingente de liberados al aeropuerto de Trelew (donde estaba copado y retenido el avión regular de Austral), su obligada rendición y el ulterior asesinato por fuerzas de la Marina de 16 de los 19 revolucionarios allí encerrados. Los seis dirigentes principales de las organizaciones participantes -ERP y FAR en la planificación e implementación y Montoneros solamente en la fuga de sus presos- lograron llegar en el avión secuestrado a Chile, donde obtuvieron asilo del gobierno de la Unidad Popular de Allende para ser trasladados posteriormente a La Habana. Dichos dirigentes fueron nuestros compañeros Santucho, Domingo Mena y A. Gorriarán Merlo, además de Marcos Osatinsky y Roberto Quieto por FAR y Fernando Vaca Narvaja por Montoneros.
Casi inmediatamente, en noviembre de 1971, retornó al país, poniéndose al frente de la organización que pasaba por una situación crítica a causa de la notable reducción cuantitativa de sus integrantes (gran cantidad de militantes estaban en prisión) y por la debilidad política de la Dirección transitoria. Se impulsa a partir de entonces un proceso de incesante desarrollo y crecimiento de la organización. La situación era sumamente compleja: el abandono por el peronismo de su política nacionalista burguesa y las manifiestas divergencias de las propuestas de las fuerzas populares, no obstante la combativa resistencia de los trabajadores y distintos sectores del pueblo a la política de concentración, van creando las condiciones para el golpe fascista favorecido por la división de las fuerzas políticas y el repliegue de las masas, sin conducción, frente a la agresión del terrorismo de estado.
La instalación del gobierno constitucional de Cámpora inicia una compleja coyuntura en la política del País, en la que la agudeza que adquiere el enfrentamiento social y el acelerado desarrollo del PRT y del ERP imponen un ritmo absorbente a la actividad. La vida de Santucho se liga cada vez más indisolublemente a la lucha partidaria, resultando casi imposible remarcar hechos personales separados de la política del PRT, de sus análisis y de sus propuestas. Participa en todas y cada una de las decisiones fundamentales, correspondiéndole la fundamental cuota en los errores y en la trascendente presencia que manifiesta en la decisiva fase de la vida nacional que transcurre entre 1973 a 1976. Constituye pareja con Liliana Delfino, integrante del CC de la organización y responsable de Propaganda Nacional, que lo acompaña hasta su muerte, circunstancia en la cual es secuestrada y desapareciera por las fuerzas militares que asaltaron su vivienda de Villa Martelli. De esa unión nació Mario Antonio.
El PRT caracteriza correctamente las posibilidades del gobierno de Perón desde el punto de vista de los intereses de clase que representaba y del objetivo de contener la lucha de masas, para lo cual se vería precisado a seguir el rumbo antipopular. La justeza de ese análisis y la activa presencia del Partido y del Ejército en la lucha de clases concita la confianza de las capas más politizadas -que comienzan a participar en su lucha- y el respeto del conjunto de las masas.
Al mismo tiempo, desarrolla esfuerzos para el acercamiento con otras organizaciones populares en procura de acuerdos unitarios que permitan coordinar actividades conjuntas. Los pasos en ese sentido resultan poco fructíferos, no solamente por las diferencias de propuestas políticas sino por los profundos desacuerdos en el análisis de la situación, lo que exacerba el tradicional sectarismo en la izquierda argentina. Además de ello, la incomprensión de la etapa democrática, la subsistencia de la visión en el PRT, determina la implementación de la táctica de grandes operaciones militares para fortalecer el enfrentamiento a los avances de la derecha fascista, después de la renuncia de Cámpora. Las falencias de esa política comienzan a advertirse al poco tiempo y ello induce a Santucho a profundizar el análisis de las propuestas que permitieran la participación de las grandes masas -que comenzaban a desencantarse de las posibilidades del gobierno luego de la muerte de Perón- en el ya generalizado enfrentamiento de las clases. “Poder Burgués y Poder Revolucionario” constituye el producto de esa reflexión y es aprobado en el Comité Central “Antonio del Carmen Fernández” en septiembre de 1974.
Pero ya resulta irreversible la inercia del proceso, no solamente por las dificultades, sino también por la dinámica de cada una de las organizaciones, que limitaba las posibilidades de una modificación táctica. Sin embargo, Santucho persistió en sus objetivos de unificación con las fuerzas afines, aún reduciendo la amplitud de las alianzas. Hasta sus últimos momentos, bregó incansablemente por concretar un acuerdo con Montoneros, Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) y Partido Comunista Marxista Leninista (La Plata), con el proyecto de la Organización para la Liberación de Argentina (OLA). En ese esfuerzo fue sorprendido por el ataque militar a su vivienda, donde en esa circunstancia se encontraba junto a Liliana Delfino, Domingo Mena, su compañera Ana María Lancillotto de Mena y Benito Urteaga. Fiel a sus convicciones y manteniendo la conducta de toda su vida, no obstante la inferioridad numérica y de armamento, junto con Urteaga enfrentó el ataque militar. Domingo Mena, Liliana Delfino y Ana Maria Lancillotto fueron secuestrados. Era el día 19 de julio de 1976.
Escritos
(1968-76)

Parte I
[1968 – 1974]

I. Del documento
El único camino hasta el poder obrero y el socialismo
del IV Congreso del PRT


Redactado: Para el IV Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Argentina, febrero de 1968.
Publicación primera: En Argentina, febrero de 1968.
Digitalización: Diego Burd, 2002.
Esta edición: Abril de 2005.


El Marxismo y la cuestión del poder


A. ALGUNAS TESIS GENERALES SOBRE EL PROBLEMA DE PODER Y LUCHA ARMADA


Comencemos por el principio: ¿cuáles son los requisitos generales que todo marxista revolucionario debe exigir cuando se consideran los problemas de la estrategia de poder y de lucha armada?
1) En primer lugar debemos hacer un análisis de la situación económica capitalista mundial y de la lucha revolucionaria internacional, teniendo en cuenta que la revolución socialista es internacional por su contenido y nacional por su forma. Debemos pasar luego a efectuar un análisis de la situación económica y de la lucha revolucionaria en la región del país, tomando en cuenta el desarrollo de las fuerzas productivas que nos permitirá tener un primer criterio para establecer las posibilidades de una “verdadera” revolución (si el capitalismo aún puede desarrollar o no las fuerzas productivas), la existencia o no de clases revolucionarias, la relación entre la superestructura política y la estructura social, el desarrollo desigual de la economía y las fuerzas revolucionarias país a país, región a región, etc; las posibles combinaciones concretas de factores tanto económicos como políticos, etc.
Este análisis nos permite establecer: a) las posibilidades de desarrollo de la revolución y su ritmo desigual en las distintas regiones del mundo y en el país, b) cuál es la clase revolucionaria y sus posibles aliados, e) cuál es la combinación específica de tareas y cuales las consignas de la revolución en sus distintas etapas (tareas democráticas, socialistas, nacionalistas, etc.) para cada región y país.
2) En segundo lugar debemos hacer un análisis de la relación de fuerzas entre las clases. Debemos ver el grado de organización y cohesión de las fuerzas sociales contrarrevolucionarias, la complejidad y nivel de su Estado, el desarrollo de la técnica militar y el ejército, sus contradicciones internas, tanto en el orden nacional como internacional. Debemos ver también el grado de organización y fuerza de las clases revolucionarias, su experiencia y conciencia revolucionaria si han logrado construir un sólido partido revolucionario, si han logrado desarrollar una fuerza militar, las características de esta fuerza (si es poderosa o débil, etc.). Este segundo aspecto -respecto al cual en general hemos tenido una actitud superficial- en combinación con el primero nos permitirá establecer: a) la dinámica futura de la lucha revolucionaria (si será corta o prolongada, si será una guerra nacional o civil o una combinación de ambas, las características que adquirirá la lucha en cada período de acuerdo a las formas específicas de lucha de cada clase y a la relación de fuerzas existente). Es muy importante este análisis ya que de él dependen las tareas y la política que nos demos en cada etapa y nos permite establecer las características de ésta y su estrategia (defensiva u ofensiva, de lucha armada parcial o generalizada, etc.) teniendo en cuenta no sólo las necesidades de la etapa actual, sino la preparación de nuestras fuerzas para la que le sigue; b) las condiciones concretas para la victoria de la revolución que varían de país a país y difieren en cada época histórica.
Resumiendo, para establecer las bases de una estrategia de poder debemos considerar las condiciones que abarcan la situación económica, política y militar de conjunto: en el mundo, en el continente, en la región y en el país. Del estudio de la situación de conjunto podemos formarnos una idea clara de las etapas y fases de la guerra revolucionaria, de las tareas principales y secundarias en cada etapa, de su duración aproximada, de sus características políticas y militares y de la forma y condiciones en que se producirá la toma del poder por la revolución. Todo este conjunto es lo que denominamos estrategia de poder político y militar.
Sin una apreciación justa de la situación de conjunto -estratégica-, y de las varias fases o etapas que la componen, el partido procederá a ciegas y no podrá dirigir a las masas a la victoria de la revolución. Permanecerá atado a la empiria de lo inmediato, en la convicción de que el éxito estratégico de la revolución es la mera suma aritmética de éxitos parciales tácticos; sin tener en cuenta el factor determinante del resultado de la guerra revolucionaria: la atención que se debe prestar al conjunto de la situación, incluyendo las diversas etapas. Porque la comprensión del conjunto nos facilita el manejo de las partes integrantes del todo, siendo la única posibilidad de no perderse en la visión meramente táctica de las etapas y caer en el aventurerismo o en el oportunismo.
Pasemos ahora al segundo punto de la cuestión: una vez establecida nuestra estrategia, nuestra visión del conjunto de la situación y de las distintas etapas y fases, parciales, se nos planteará el problema de las distintas formas de lucha y de la táctica militar, adecuadas a cada etapa y vinculadas con la estrategia.
Veamos también algunas tesis generales del marxismo para encarar estos problemas:
a) el marxismo revolucionario, a diferencia de todas las otras tendencias políticas, toma en consideración todas las formas de lucha de las clases revolucionarias, sin desechar ninguna. (Los sindicalistas toman solamente la huelga económica aún con la aplicación de “métodos contundentes”, los reformistas la lucha legal y parlamentaria, los anarquistas -por lo menos en la época en que existían, el terrorismo, etc.). No las “inventa”, las toma del curso general de la lucha revolucionaria “generalizando, organizando e infundiendo conciencia” (Lenin: “La guerra de guerrillas”); b) el marxismo exige que enfoquemos las formas de lucha de acuerdo a las condiciones históricas concretas de la etapa en que vive la revolución y de acuerdo a esas condiciones, determina cuales son las fundamentales y cuales las accesorias (por Ej., en un sentido general: en épocas de auge y estabilidad del régimen burgués pueden considerarse como formas fundamentales el parlamentarismo y el sindicalismo, en épocas de crisis del régimen burgués, la lucha armada y la insurrección, etc.), correspondiendo al partido revolucionario orientar y dirigir a las masas a las formas de lucha mas convenientes de acuerdo a la estrategia general del poder y a las características de la etapa; c) el marxismo no se limita a las formas de lucha posibles y existentes en un momento dado, ya que reconoce la inevitable necesidad de formas nuevas de lucha al cambiar las condiciones históricas. Y tomando en cuenta el desarrollo desigual y combinado de la revolución, reconoce que en muchas ocasiones, las formas de lucha necesarias para enfrentar un nuevo período, son tomadas con cierto retraso por las masas debido al peso de inercia de la etapa anterior. La misión del revolucionario entonces, es tratar de difundir y organizar a las masas en las formas de lucha más adecuadas a cada etapa de la revolución.
Sin olvidar, ni por un instante, todos los aspectos mencionados, debemos señalar otro aspecto, que se supedita a la estrategia de poder y a las formas de lucha más convenientes para cada período y que tanto Lenin como Engels “se cansaron de repetir, esforzándose en llevarlo a la comprensión de los marxistas”: “La táctica militar depende del nivel de la técnica militar”. Lenin nos explica prácticamente la aplicación de este principio al señalar: “La técnica militar no es hoy la misma que a mediados del siglo XIX. Sería una necedad oponer la muchedumbre a la artillería y defender las barricadas a tiro de revólver” (todas estas citas son de “Enseñanzas de la insurrección de Moscú”). El partido entonces, también debe desempeñar un papel dirigente para desarrollar las modernas tácticas militares, derivadas del nivel de la técnica militar.


B. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA ESTRATEGIA DE PODER Y LUCHA ARMADA EN EL MARXISMO REVOLUCIONARIO


Enunciados ya los principios generales a tener en cuenta para encarar el estudio de la estrategia de poder y de lucha armada, intentemos hacer una reseña histórica que nos permita ver cómo resolvieron estos problemas, en las condiciones concretas de su tiempo y sus países, los grandes dirigentes y teóricos del marxismo revolucionario.


MARX Y ENGELS

Establecieron una estrategia para la toma del poder por la clase obrera, basada en las condiciones de desarrollo de las fuerzas productivas y de la técnica militar propia de la Europa del siglo pasado. Debemos distinguir dos períodos: sus concepciones hasta 1895 y la concepción de Engels a partir de 1895. Hasta 1895, para Marx y Engels el problema consistía en que el proletariado, en una acción insurreccional, rápida y violenta, en la que arrastrara tras de sí a las capas intermedias de las grandes ciudades, se adueñara de las calles mediante la lucha de barricadas. El fin que se perseguía mediante esta lucha, no era obtener una “victoria como el combate entre dos ejércitos”, lo que sería, según Engels “una de las mayores rarezas” (del “Prólogo a la Lucha de clases en Francia de 1848 a 1850”. Engels, 1895) sino hacer “flaquear a las tropas mediante factores morales, que en la lucha entre los ejércitos entre dos países beligerantes no entran nunca en juego, o entran en un grado mucho menor. Si se consigue este objetivo, la tropa no responde, o los que la mandan pierden la cabeza; y la insurrección vence. Si no se consigue, incluso cuando las tropas sean inferiores en número, se impone la ventaja del mejor armamento y de la instrucción, de la unidad de la dirección, del empleo de las fuerzas con arreglo a un plan y de la disciplina”.
Ellos habían estructurado esta estrategia tomando en cuenta las siguientes consideraciones: 1) el carácter casi exclusivamente obrero y urbano de la revolución, 2) la agrupación de la totalidad de las capas intermedias en torno al proletariado y la juventud y pujanza del socialismo que era identificado con los más románticos ideales del liberalismo, 3) la debilidad de las fuerzas militares y el armamento de la burguesía. (En su época no existía el imperialismo).
Cuando en 1895, Engels hace el balance de las grandes revoluciones obreras habidas en el siglo, hace un replanteo de esta estrategia a la luz de los siguientes cambios producidos -desde que él y Marx la elaboraron hasta este momento-: 1) ya en 1849 “la burguesía se había colocado en todas partes al lado de los gobiernos”; además “una insurrección con la que simpaticen todas las capas del pueblo se da ya difícilmente; en la lucha de clases, probablemente ya nunca se agruparán las capas medias en torno al proletariado de un modo tan exclusivo que el partido de la reacción que se congrega en torno a la burguesía, constituya, en comparación con aquellas, una minoría insignificante. El «pueblo» aparecerá, pues, siempre dividido, con lo que faltará una formidable palanca, que en 1848 fue de una eficacia extrema; por último, la barricada había perdido su encanto; el soldado ya no veía detrás de ella al pueblo, sino a rebeldes, a agitadores, a saqueadores, a partidarios del reparto, la hez de la sociedad”; 2) el crecimiento de los ejércitos y la preparación especial para la lucha contrarrevolucionaria; 3) el desarrollo de los ferrocarriles que otorgaban capacidad de grandes concentraciones militares en poco tiempo; 4) la aparición del fusil a repetición muy superior a las escopetas de caza, incluso “a las carabinas de lujo de las armerías” y el nuevo trazado de las calles: largas, rectas y anchas, como de encargo para la eficacia de los nuevos cañones y fusiles”. La conclusión que saca Engels de su propio análisis es la siguiente: “La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trate de una transformación completa de la organización social, tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí mismas de qué se trata, porque dan su sangre y su vida”. “Por tanto, una futura lucha de calles sólo podrá vencer si la desventaja de la situación (se refiere a los puntos más arriba enumerados) se compensa por otros factores. Por eso se producirá con menos frecuencia en los comienzos de una gran revolución, que en el transcurso ulterior de ésta y deberá emprenderse con fuerzas más considerables y estas deberán, indudablemente (...), preferir el ataque abierto a la táctica pasiva de barricadas”.
Consecuente con este análisis, Engels preconiza la importancia de que la social-democracia europea aproveche la posibilidad de crecimiento que le otorga la legalidad, “la utilización del sufragio universal”, ya que “los socialistas van dándose cada vez más cuenta de que no hay para ellos victoria duradera posible a menos que ganen de antemano a la gran masa del pueblo, lo que aquí equivale a decir, los campesinos. El trabajo lento de propaganda y la actuación parlamentaria se han reconocido también aquí (en Francia) como la tarea inmediata del partido”.
La dirección oportunista de la social-democracia alemana, aprovechó este trabajo de Engels, al que incluso publicó en forma fragmentaria y desfigurada, “escogiendo todo lo que podía servirle para defender una táctica de paz a ultranza y contraria a la violencia” (carta de Engels a P. Lafargue, del 3 de abril de 1895). No decimos que el trabajo de Engels haya provocado la degeneración reformista de la social-democracia europea; esta degeneración se produjo por causas sociales, pero apoyándose entre otras cosas en él, la social-democracia alemana desarrolló toda su concepción parlamentaria y reformista.


LENIN

Contra el reformismo de la social-democracia, elaboró para las condiciones concretas de Rusia una nueva estrategia de poder, que si bien tomaba elementos de la concepción clásica, difería fundamentalmente de ésta en varios aspectos. Continúa la concepción clásica de poder al considerar que en las condiciones concretas de Rusia, la toma de poder se produciría mediante una insurrección general, de carácter obrero y urbano, en la cual la clase obrera acaudillaría al campesino que se encontraba desarrollando su propia revolución agraria, y en forma similar a las grandes revoluciones europeas del siglo anterior, ganaría sectores amplios del ejército zarista y con las armas y soldados ganados a éste, instauraría el poder revolucionario.
Pero Lenin introduce varios elementos nuevos en la concepción de la insurrección:
1) La victoria de la Revolución no se producirá como consecuencia de una acción insurreccional rápida, sino que será el resultado de una guerra civil prolongada. Ante la apreciación de Kautsky: “la futura revolución ... se parecerá menos a una insurrección por sorpresa contra el gobierno que a una guerra civil prolongada”, Lenin responde: “En efecto, así sucedió. ¡Así sucederá también en la futura revolución europea!” (Lenin Informe sobre la Revolución de 1905, 9-1-17) ¿Qué característica tendría para Lenin esta guerra civil prolongada? En su trabajo “La guerra de guerrillas” escrito en 1906 lo explica del siguiente modo: “Las formas de lucha de la revolución rusa se distinguen por su gigantesca variedad en comparación con las revoluciones burguesas de Europa. Esto ya lo había previsto en parte Kautsky, cuando dijo en 1902, que la futura revolución (a lo que añadía: tal vez con excepción de Rusia) sería no tanto la lucha del pueblo contra el gobierno, como la lucha entre dos partes del pueblo. No cabe duda de que en Rusia nos encontramos con un desarrollo más extenso de esta segunda lucha que en las revoluciones burguesas occidentales. Es completamente natural e inevitable que la insurrección revista las formas más altas y complicadas de una larga guerra civil extensiva a todo el país, es decir, de una lucha armada entre dos partes del pueblo. Esta guerra no podemos concebirla más que como una larga serie de grandes batallas separadas unas de otras por períodos de tiempo relativamente largos, y una gran cantidad de pequeños encuentros librados a lo largo de estos intervalos. Y siendo esto así -como así es, indudablemente- la social-democracia debe indefectiblemente plantearse como tarea la creación de organizaciones capaces de dirigir en el mayor grado posible a las masas, tanto en las grandes batallas como, dentro de lo posible, en los pequeños encuentros”.
Lenin consideraba que la insurrección triunfaría después de una guerra civil prolongada, porque sostenía que el proletariado partía de una situación de debilidad, frente a un poder estatal fuerte y poderosamente organizado. Que en el curso de la guerra civil prolongada el proletariado iría adquiriendo fuerza y experiencia, iría formando un partido fuerte, templado en la acción, clandestino y centralizado, y a la vez, un ejército revolucionario templado tanto en las “grandes batallas” de las épocas de auge revolucionario, como en la “gran cantidad de pequeños encuentros” (guerra de guerrillas) librados en los largos períodos de retroceso revolucionario.
Cuando el proletariado hubiera adquirido la suficiente experiencia, creado su partido fuerte y templado y su ejército revolucionario; cuando la burguesía se hubiera descompuesto suficientemente, principalmente su ejército, y se hubiera enajenado el apoyo de las capas intermedias; recién entonces la insurrección triunfaría.
Para Lenin, entonces la revolución era una espiral ascendente, con ascensos revolucionarios, descensos provocados por los fracasos, pero en los cuales las clases revolucionarias conservaban un nivel superior de experiencia y organización que las colocaba en un escalón superior para el nuevo ascenso. Esta espiral sólo podía cortarse si la burguesía lograba resolver los problemas de desarrollo de las fuerzas productivas.
2) Lenin, juntamente con Trotsky determinan las condiciones generales para el triunfo de la revolución en Rusia (extensibles en general, a la Europa de su tiempo). Estas eran las siguientes. Primera: “La incapacidad del régimen social existente para resolver los problemas fundamentales del desarrollo de un país” (Trotsky. Historia de la Rev. Rusa. T 11). Segunda: La existencia de “una clase capaz de tomar las riendas de la nación para resolver los problemas planteados por la historia” (ídem). Esta clase, el proletariado, sería “capaz” de tomar las riendas de la nación cuando tuviera una “nueva conciencia política” (revolucionaria), hubiera creado un partido y un ejército revolucionario y organismos de poder dual. Tercera: “el descontento de las capas intermedias”, y su inclinación a sostener “la iniciativa audazmente revolucionaria del proletariado” (ídem). Cuarta: “el partido revolucionario, como vanguardia sólidamente unida y templada de la clase” (ídem). Quinta: la combinación del partido con los Soviets o con otras organizaciones de masas que de un modo u otro los equivalgan” (ídem); y Sexta: la existencia de un ejército revolucionario ya que, sin ese ejército la victoria de la insurrección es imposible” (Lenin: “La última palabra de la táctica Iskrista”)
3) Podemos decir que los elementos tácticos de fundamental importancia que Lenin agrega a la concepción clásica (tácticos porque son subordinados a la estrategia de guerra civil prolongada) son los siguientes: a) el ya conocido planteo de la necesidad de un fuerte partido centralizado, clandestino y dirigido por profesionales, b) que la lucha armada se libra en todas las etapas, tanto en las “grandes batallas”, como en las épocas de retroceso bajo la forma de “una gran cantidad de pequeños encuentros” (denominados por Lenin, guerra de guerrillas), e) la necesidad para la victoria de la revolución, de un ejército revolucionario, organizado a partir de la preparación militar del propio partido y la creación de destacamentos armados del proletariado (para lo cual el partido debía llevar una incansable tarea de propaganda, agitación y organización), que irían haciendo su experiencia militar en “múltiples acciones guerrilleras”, en el “proceso difícil, complejo y largo de la guerra civil prolongada” y que en el alza insurreccional lograrían el armamento del proletariado y el paso a su bando de sectores del ejército reaccionario. Estos destacamentos actuarían bajo la orientación del partido y sus acciones tenderían no sólo a su desarrollo militar, sino al aseguramiento de la actividad partidaria mediante la eliminación física de sus enemigos y el apoyo financiero mediante las expropiaciones, d) el llamado a la insurrección general sólo debía hacerse cuando hayan “madurado las condiciones generales de la revolución”, cuando se “hayan revelado en formas definidas el estímulo y la disposición de las masas a la acción”, cuando las circunstancias exteriores (objetivas) hayan desembocado en una crisis evidente y cuando existiera un ejército revolucionario fuerte y preparado.
4) Desde el punto de vista estrictamente militar, Lenin hace un extraordinario aporte táctico. Vimos que Engels había demostrado la imposibilidad de defender posiciones militares, al menos en las primeras etapas de la revolución, cuando el ejército burgués aún no había entrado en una crisis total. Pero Engels no dio una solución militar a este problema.
Lenin parte de la conclusión fundamental alcanzada por Engels: “La táctica militar depende del nivel de la técnica militar” y lo desarrolla así: “la técnica militar no es hoy la misma que a mediados del siglo XIX. Sería una necedad oponer la muchedumbre a la artillería y defender las barricadas a tiro de revólver. Kautsky tenía razón al escribir que ya es hora, después de Moscú de revisar las conclusiones de Engels y que Moscú ha hecho surgir “una nueva táctica de barricadas”. Esta táctica era la de la guerra de guerrillas. La organización que dicha táctica imponía eran “los destacamentos móviles y extraordinariamente pequeños: grupos de diez, de tres e incluso de dos hombres”. (“Enseñanzas de la insurrección de Moscú”, 29-8-05). Como vemos, Lenin es el descubridor y propulsor de la guerrilla urbana, reemplazando con ella la guerra de posiciones que había tratado de sostener hasta entonces el proletariado contra ejércitos superiores en armamento y organización.
Cuando se dan el cúmulo de condiciones y situaciones previstas por Lenin, la revolución triunfa. Posteriormente a ese triunfo se organiza el Ejército Rojo y su columna vertebral pasa a ser constituida por el viejo ejército revolucionario (o Guardia Roja) construido por los bolcheviques en el curso de la revolución. La guerra civil y antiimperialista, se produce después de la toma del poder, para responder a la agresión combinada de sectores de la burguesía rusa y el imperialismo.
Toda la concepción estratégica y táctica del leninismo que condujo a la clase obrera y al campesino ruso al triunfó se reveló correcta en la práctica, último criterio de verdad para el marxismo, porque partía de una caracterización justa de la dinámica de la revolución y del nivel de la técnica militar de su época.
Lenin estableció con precisión cuál era la clase de vanguardia en la sociedad rusa: el proletariado industrial y cuál era su sector de vanguardia: el proletariado de Petrogrado, Riga y Varsovia; cuál su aliado fundamental: el campesino y cuál la forma de destruir el ejército de la burguesía: el trabajo político sobre su amplia base de soldados obreros y campesinos, combinados con enfrentamientos directos, con una “guerra de guerrillas” llevada a cabo por los destacamentos armados del proletariado, en el curso de la cual se construyó el ejército revolucionario que fue la “fuerza material” que aseguró las victorias de la revolución.
Toda esta concepción se ajustaba como un guante a las condiciones de Rusia, país agrario de desarrollo capitalista, con un gobierno autocrático que arrojaba amplios sectores de las clases medias en brazos del proletariado, con un ejército desgastado en años de guerra Interimperialistas, cuya base estaba constituida por soldados obreros y campesinos sedientos de “pan, paz y tierra”; y en una época en que la revolución tenía que vérselas fundamentalmente con sus enemigos nacionales y con su ejército, cuyo armamento y técnica eran acordes con el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, ya que las contradicciones interimperialistas impedían la existencia de un gendarme de la contrarrevolución mundial.


TROTSKISMO

Nuestro movimiento surge luchando por mantener vivas las concepciones revolucionarias del marxismo-leninismo, en la etapa de degeneración del marxismo bajo la égida del stalinismo y de aplastamiento de la revolución europea.
Su programa para esta última, y para la lucha contra el fascismo fue esencialmente correcto; pero la liquidación física de sus mejores cuadros por la represión fascista y stalinista, debilitó hasta la agonía las posibilidades de vinculación del programa correcto con las masas: la organización revolucionaria.
Nuestro Programa de Transición es muy cauto en el desarrollo de los problemas estratégicos de poder, y los resuelve planteando que “es imposible prever cuáles serán las etapas concretas de la movilización revolucionaria de las masas” por un lado, y desarrollando del modo más perfecto logrado hasta el presente por el marxismo, las tareas transitorias del proletariado, entre ellas la creación de destacamentos armados y milicias obreras, como embriones del futuro ejército proletario.
En donde se torna evidente la ausencia de una clara estrategia de poder de nuestro movimiento, es en los países atrasados; donde la revolución tiene un carácter agrario y antimperialista. Nuestro Programa Transitorio resuelve el problema dando las consignas esencialmente correctas: revolución agraria, independencia nacional, asamblea nacional; pero yerra en la apreciación de cuáles son las formas de lucha adecuadas y las etapas futuras de la revolución. Es decir: subestima el papel del campesinado, ignora el papel de la guerra de guerrillas como método de construcción del ejército revolucionario en el campo, y no plantea el carácter de guerra revolucionaria civil y nacional -de carácter prolongado- que tendría la revolución en los países agrarios, coloniales o semicoloniales.
Lo que es fundamental es que nuestro movimiento reivindicó siempre la lucha armada, la necesidad de armar al proletariado y de crear nuevos organismos armados de la clase obrera; a diferencia de algunos de sus actuales epígonos que consideran ultraizquierdista todo intento de organizar y preparar nuevos organismos armados en el seno de la clase obrera con lo cual se colocan varios pasos atrás de la vieja concepción socialdemócrata. Veamos pues cómo se plantea el armamento del proletariado y la creación de los organismos armados en el programa de transición: los demócratas pequeñoburgueses -incluso los socialdemócratas, los socialistas y los anarquistas- gritan más estentóreamente acerca de la lucha contra el fascismo cuanto más cobardemente capitulan ante el mismo. Las bandas fascistas sólo pueden ser contrarrestadas victoriosamente por los destacamentos de obreros armados que sientan tras de sí el apoyo de millones de trabajadores. La lucha contra el fascismo no se inicia en la redacción de una hoja liberal, si no en la fábrica y termina en la calle. Los elementos amarillos y los gendarmes privados en las fábricas son las células fundamentales del ejército del fascismo. Los piquetes de huelga son las células fundamentales del ejército del proletariado. Por allí es necesario empezar. Es preciso inscribir esta consigna en el programa del ala revolucionaria de los sindicatos.
“En todas partes donde sea posible, empezando por las organizaciones juveniles, es preciso constituir prácticamente milicias de autodefensa, adiestrándolas en el manejo de armas”. “La nueva ola del movimiento de masas no sólo debe servir para aumentar el número de esas milicias, sino también para unificarlas por barrios, ciudades o regiones. Es preciso dar una expresión organizada al legítimo odio de los obreros en contra de los elementos rompehuelgas, las bandas de los pistoleros y fascistas. Es preciso lanzar la consigna de la milicia obrera, como única garantía seria de la inviolabilidad de las organizaciones, de las reuniones y de la prensa obrera”. “Sólo gracias a un trabajo sistemático, constante, incansable, valiente en la agitación y la propaganda, siempre en relación con la experiencia de la masa misma, pueden extirparse de su conciencia las tradiciones de docilidad y pasividad; educar destacamentos de heroicos combatientes, capaces de dar el ejemplo a todos los trabajadores; infligir una serie de derrotas tácticas a las bandas de la contrarrevolución; aumentar la confianza en sí mismos de los explotados; desacreditar el fascismo a los ojos de la pequeña burguesía y despejar el camino para la conquista del poder para el proletariado”.
Como vemos, si bien nuestro movimiento no tuvo una estrategia de poder clara y precisa; es un hecho irrefutable que el Programa de Transición plantea la exigencia, con fines de autodefensa y como embriones del futuro ejército del proletariado, de creación de los destacamentos armados del proletariado.


MAOÍSMO

Mao elabora su estrategia de poder a partir de una caracterización de la revolución china y de su vanguardia. Señala las siguientes características de su revolución: 1) China es “un vasto país semicolonial, desigualmente desarrollado en lo político y en lo económico y que ha pasado por una gran revolución”. 2) “La revolución agraria”. De estas dos características, Mao extrae la conclusión siguiente: luego de la derrota de la revolución obrera y urbana y de resultas de la cual surgió el Ejército Rojo, producto de una división del Ejército nacional revolucionario (Ejército del Kuomintang, partido de la burguesía antifeudal china); el partido y el ejército rojo, deben aprovechar el desarrollo desigual de China y la vastedad de su territorio, dedicándose a establecer “bases” revolucionarias en los territorios más alejados, sin vías de comunicación, más inaccesibles para los ejércitos reaccionarios. Desde estas “bases” organizar el poder revolucionario apoyándose en la revolución agraria y desarrollar el ejército rojo hasta que este fuera lo suficientemente fuerte como para “cercar a las ciudades con las fuerzas del campo”. Según Mao esto era posible, porque “China ha pasado por una gran revolución (1925-27) que ha echado las bases del Ejército Rojo, del partido comunista chino que dirige al Ejército Rojo y de las masas que han participado en la revolución”. 3) La tercera característica es “el gran poderío del enemigo” 4) La cuarta es que el ejército rojo es débil y pequeño. De estas dos características Mao sacaba la conclusión de Lenin: la revolución será una guerra prolongada. La forma concreta sería la de “contracampaña a las campañas de cerco y aniquilamiento del enemigo” “Las contracampañas también tendrían las características de cercar y aniquilar a las fuerzas del enemigo”. (Las citas son de “Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas”).
Así Mao toma los elementos fundamentales de la estrategia de poder leninista: lucha armada permanente dirigida por el partido, guerra civil prolongada y guerra de guerrillas. Y basado en consideraciones geográfico sociales (existencia en China de regiones inaccesibles para el ejército reaccionario y carácter agrario de la revolución), y técnico-militares (imposibilidad de enfrentar un ejército fuerte, poderosamente armado, en las ciudades y en la guerra de posiciones), traslada el eje de estas concepciones -la revolución obrera y urbana- a la revolución agraria y campesina.
Su concepción de la “guerra prolongada”, que en Lenin era una espiral ascendente, con alzas del proletariado urbano, retrocesos que lo colocan en un escalón superior para una nueva alza, puede representarse con una línea zigzagueante y quebrada, también ascendente. El Ejército Rojo iría creciendo cuantitativamente en “mil batallas tácticas”, libradas contra el enemigo, avanzaría en forma zigzagueante para ir directamente a su objetivo, su crecimiento se daría en forma relativamente independiente a las alzas y bajas del proletariado y el campesinado (aunque estas influyeran en su fortificación). Durante la primera etapa de la guerra civil revolucionaria, que se extiende de 1928 hasta 1936, año en que se produce la intervención del imperialismo japonés, Mao da gran importancia a las luchas del proletariado urbano, aunque siempre, claro está, subordinadas a la estrategia de construcción del Ejército Rojo en la guerra civil prolongada, de guerrillas campesinas; luego, al producirse la intervención del imperialismo japonés, Mao da menor importancia a las posibilidades de un levantamiento armado del proletariado urbano, -controlado y diezmado por la ocupación japonesa en las grandes ciudades- y las subordina a que el ejército campesino tenga suficiente fuerza como para cercar las ciudades.
Para Mao las condiciones generales de la victoria de la revolución, analizadas por Lenin y Trotsky para Rusia, varían fundamentalmente para China. Por empezar, la revolución china se encuentra en una situación distinta: 1) debe luchar contra un ejército imperialista de ocupación (el japonés), antes de que la revolución haya tomado el poder; 2) el ejército revolucionario tiene un carácter distinto de la Guardia Roja de Rusia, tanto en su aspecto organizativo técnico como en su forma de combatir (guerra de movimientos y guerrilla campesina) aunque también se apoyó en Soviets obreros y campesinos; 4) las características de clase de la revolución son distintas.
De allí que Mao estime necesarias otras condiciones para la expulsión del ejército japonés y el triunfo de la revolución, a saber: Primera: la creación de un frente único antijaponés en China. Segunda: la formación de un frente único antijaponés internacional. Tercera: el ascenso del movimiento revolucionario del pueblo japonés y de los pueblos de las colonias japonesas. Cuarta: crecimiento de las bases revolucionarias y del ejército rojo hasta que sea posible derrotar al ejército japonés y al ejército de la gran burguesía china y después, rodear a las ciudades con el ejercito campesino y tomarlas, llamando a la insurrección. (Mao: “La guerra prolongada”).
Tanto Mao como los vietnamitas distinguen cuidadosamente como lo hiciera Lenin, lucha armada de insurrección general. El PC vietnamita y el Viet Minh, por ejemplo, se opusieron durante los seis años que duró la guerra de guerrillas antijaponesa (1939-1945), a las tendencias que urgían a un llamado a la insurrección general del pueblo por considerarla una posición aventurera. Recién en Agosto de 1945, cuando se había desarrollado un poderoso ejército revolucionario después de 6 años de guerra, los japoneses se habían retirado y los ejércitos de Chiang amenazaban con pasar las fronteras en alianza con las débiles fuerzas expedicionarias del imperialismo francés; recién entonces, Ho Chi-Minh hace el llamado a la insurrección general y la insurrección triunfa.




VALORACION DEL TROTSKYSMO Y MAOÍSMO

Aunque no contamos con el tiempo suficiente para la exposición ordenada y fundamentada que es necesaria y que desde ya prometemos, nos resulta imprescindible adelantar nuestra valoración del trotskysmo y el maoísmo -que es notoriamente distinta a la sostenida por Trotsky y todo el trotskysmo, como así a la valoración de Mao- para hacer comprensible una cantidad de referencias contenidas en este trabajo.
Para nosotros desde la muerte de Lenin y posterior consolidación del stalinismo, no hubo una sola corriente que mantuvo vivas las tradiciones y concepciones marxistas-leninistas, sino dos. No fue sólo Trotsky y el trotskysmo quien conservó y desarrolló el marxismo revolucionario frente a la degeneración stalinista, como tradicionalmente se ha afirmado en nuestro partido y en nuestra Internacional. Similar rol jugó Mao Tsé Tung y el maoísmo. Con una particularidad; ninguno de los dos se elevó a una comprensión, aplicación y desarrollo del conjunto del leninismo, sino que cada uno lo hizo con respecto a una parte, en forma parcial, incompleta.
Trotsky y el trotskysmo desarrollaron la teoría de la revolución permanente llegando a una comprensión más acabada de la complejidad y dinámica de los procesos sociales, entendiéndolos siempre como proceso de conjunto y analizándolos desde un punto de vista general.
No es casual que todo el trotskysmo, desde el punto de vista de una perspectiva general de la lucha de clases de conjunto, a nivel mundial y continental, ha llegado a importantes aciertos y conclusiones, ampliando de esa forma la visión de los revolucionarios.
Trotsky y el trotskysmo aportaron también al marxismo -creadoramente- su análisis de la burocracia soviética y a partir de él una ajustada teoría del carácter y rol de los aparatos burocráticos.
Mao y el maoísmo continuaron el leninismo en la teoría y la práctica de la toma del poder, que no es otra cosa que la aplicación del marxismo revolucionario a la situación de un determinado país en la perspectiva del poder obrero; el “análisis concreto de situaciones concretas” que Lenin definió como “el alma viva del marxismo”, la aplicación creadora de la teoría revolucionaria a la realidad concreta de una revolución ampliamente estudiada, conocida y protagonizada. Como dice el propio Mao, “la fusión de la verdad general del marxismo con la práctica concreta de la revolución china”.
Mao y el maoísmo continuaron y desarrollaron el marxismo-leninismo, creadoramente, con la teoría de la guerra revolucionaria popular, de la necesidad de un ejército revolucionario para derrotar al ejército contrarrevolucionario, de la construcción de ese ejército en el campo, en un proceso prolongado, donde las fuerzas revolucionarias parten de lo pequeño hacia lo grande, de lo débil hacia lo fuerte, mientras las fuerzas reaccionarias van de lo grande a lo pequeño, de lo fuerte a lo débil, y donde se produce el salto cualitativo de la insurrección general, cuando las fuerzas revolucionarias han pasado a ser más fuertes.
Ambos, el trotskysmo y el maoísmo se ignoraron mutuamente. Es más, algunos trotskystas siguen considerando al maoísmo parte del stalinismo y en consecuencia como corriente contrarrevolucionaria; y el maoísmo a su vez, sigue considerando al trotskysmo como una corriente provocadora, agente del capitalismo y del imperialismo. Hoy, la tarea teórica principal de los marxistas revolucionarios, es fusionar los aportes del trotskysmo y el maoísmo en una unidad superior que significará un retorno pleno al leninismo. El desarrollo de la revolución mundial lleva inevitablemente a ese logro, como lo indican los avances unilaterales del maoísmo hacia la asimilación del trotskismo (ruptura con la burocracia soviética, revolución cultural); los avances del trotskysmo hacia una incorporación de los aportes maoístas (teoría de la guerra revolucionaria) y sobre todo los esfuerzos de la dirección cubana por llegar a esa unidad superior.


CASTRISMO

En los últimos tiempos, anda muy en boga en nuestro partido, la afirmación -que tiene un fuerte tufito a demagogia u oportunismo- de “nuestro acuerdo estratégico con el castrismo”. Pero ocurre que aún no hemos precisado con claridad cuál es la “estrategia del castrismo”, más bien se ha hecho un lindo embrollo considerando aspectos tácticos como si fueran los fundamentales (nuestras “críticas” a la teoría del foco) y pretendiendo demostrar -sin el menor análisis serio y con una pedantería propia de intelectuales pequeñoburgueses- que el “castrismo” era un “movimiento empírico” que se está “elevando” a nuestras concepciones.
En realidad, el castrismo, sin la claridad teórica y la pureza de “método” de los grandes marxistas revolucionarios del pasado -pero con muchísima más que nuestros teóricos- desde hace años ha venido desarrollando una clara estrategia mundial y continental para la lucha revolucionaria, que aún no ha sido discutida y asimilada seriamente por nuestro partido. En forma de breves tesis trataremos de resumir sus aspectos fundamentales, estratégicos y tácticos.
1) Para el castrismo (no hacemos distinción alguna entre castrismo y guevarismo, porque la distinción es falsa), la revolución ha entrado en su “etapa final de lucha contra el imperialismo”. El Castrismo parte de un análisis mundial de conjunto y responde con una estrategia mundial revolucionaria: “Hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo.” (Che Guevara: Mensaje a la Tricontinental).
Así, el castrismo parte del hecho verdaderamente nuevo que se produce en la posguerra: las contradicciones interimperialistas se han tornado secundarias. Hoy, los revolucionarios no podemos contar ya con las guerras interimperialistas como importante factor para la victoria de la revolución que tanto favoreciera a las revoluciones chinas, rusa y de Europa oriental. Por lo tanto se ha tornado muy difícil el triunfo de la revolución en un país por separado: hoy al imperialismo “hay que batirlo en una gran confrontación mundial”.
2) La táctica que responde a esta estrategia mundial es la creación de “dos, tres, muchos Vietnam”. Esta consigna es tan clara como el agua y, sin embargo, no ha sido aún asimilada medianamente.
¿Por qué el Che dice dos, tres, muchos Vietnam, y no dos, tres, muchas Cubas? Porque reconoce la excepcionalidad de la revolución cubana, que no volverá a repetirse. Porque del análisis estratégico, de conjunto de la revolución mundial prevé la inevitable intervención del imperialismo antes de la toma del poder por la revolución; y la transformación de ésta en guerra prolongada antiimperialista, de una o varias naciones ocupadas por el ejercito yanqui: “si los focos de guerra se llevan con suficiente destreza política y militar, se harán prácticamente imbatibles y exigirán nuevos envíos de tropas de los yanquis...”. Poco a poco, las armas obsoletas que bastan para la represión de pequeñas bandas armadas, irán convirtiéndose en armas modernas y los grupos de asesores en combatientes norteamericanos, ha