Diálogos con el refri

by Dr. Fernando Buen Abad Domínguez Wednesday, May. 19, 2004 at 5:16 PM

Quedarse helados

Diálogos con el refri Fernando Buen Abad Domínguez También el frío tiene una relación íntimamente histórica con la supervivencia humana. Con lo frío ocurrió un fenómeno de apropiación muy similar a la suscitada con el fuego. Más allá de idear formas diversas pera protegernos de ellos, el gran salto e hito cultural devino de controlarlos. Un proceso intelectual primigenio muy complejo permitió desarrollar intuiciones, imágenes y aprendizajes que sintetizados dieron con esa cualidad preservadora de la vida atesorada en el frío. Y nos quedamos helados. Desde entonces y para siempre fuimos capaces de poseer al frío, física o conceptualmente, dimos soluciones y tareas cada vez más complicadas. El frío ocupó un lugar importante en el desarrollo social porque permitía extender los plazos perentorios que la naturaleza impone a los alimentos. El frío mantenía a buen recaudo el excedente y facilitaba la transición del sistema nómada de sobrevivencia al sedentario. Así como el conjunto de las fuerzas naturales, por ser conjunto y por ser superiores a nuestras fuerzas, impresionaron y fecundaron al pensamiento mágico, la fuerza majestuosa de las glaciaciones, las nevadas y los hielos marinos produjo percepciones hierofánico-rituales desde donde devienen todas nuestras tradiciones vinculadas al frío, al hielo, la escarcha y la nieve. Tradiciones de brujería, hechicería y curandería. De religión, filosofía y ciencia. Ante la mirada asombrada de la humanidad, desde siempre, la naturaleza hace de las suyas mutando y transformando la materia, con desplantes grandilocuentes y sobrecogedores que inquietan al espíritu y a la inteligencia. Nuestra relación con todos esos acontecimientos maravillosos ha sido siempre mágica. De la tragedia a la reverencia. Lo frío nos cambia, nos muta ánimos y emociones porque se asocia a las ciclicidades que dominan toda forma de existencia. El frío impacta nuestra consciencia y subconsciencia con designios simbólicos sedimentados en la experiencia. Nos hace participar de todos los ritmos cósmicos y pone en evidencia parte de nuestra fragilidad. Por eso le respondemos con la cultura. Necesitamos del frío como necesitamos de la totalidad porque la vida es un sistema dialéctico de ordenación que no admite disociaciones. El riesgo por alterar cualquiera de sus órdenes deja resultados frecuentemente lamentables. Psicológicos y ecológicos. Esa urgencia humana por conservar los excedentes produjo depósitos fríos artificiales, que de lo muy primitivo en perforaciones terrestres, hielos o nieves, a lo tecnificado de los refrigeradores contemporáneos, sigue operando el mismo conjunto de relaciones mágico rituales prolongadoras de la vida. Y nada, de lo científico o de lo fantástico detiene nuestras búsquedas. Para conservar la vida de los seres humanos la ciencia ficción ideó refrigeradores estrambóticos donde quien es "guardado" en un sueño vegetativo, despertará en el futuro manteniendo su integridad biológica. Tal como ocurre con las carnes, tomates o frutos que metemos al refrigerador doméstico para que alcancen al futuro. El rito de trasplantar al hábitat cuanto existe en la naturaleza para reproducir como en una maqueta de la existencia todo lo maravilloso de la vida, alcanzó con los refrigeradores modernos un logro extraordinario. Aunque a muchos ya no les asombre. Un refrigerador casero es abstracción de nuestra vocación ancestral de magos dominadores de la naturaleza para subordinar todas sus magnificencias vitales a nuestros caprichos cotidianos. Contienen en miniatura y separadamente todas las variables de las glaciaciones y de los inviernos. Contienen la pulsión humana del atesoramiento, porque son cajas de seguridad para el producto del trabajo y sus excedentes. Contienen la realidad estético-funcional de un tiempo en el que lo ritual vinculado a los alimentos simplifica, olvida y transforma tradiciones de todo tipo. Un refrigerador casero es santuario del futuro. De ellos, por ellos y para ellos generamos culturas nuevas en las que los refrigeradores participan como fetiche nutrido con significaciones muy disímbolas. Fetiche que expresa y activa un sentido del bienestar o la abundancia en movimiento constante entre el vaciamiento o las carencias. Fetiche que psicoanaliza nuestras relaciones y preferencias con los diferentes tipos de alimentos que atesoramos. Fetiche que desnuda la realidad más fría de nuestra situación económica y fetiche que se estigmatizó como artefacto familiar-femenino a través de sistemas ideológico- culturales muy especiales y a veces odiosos. Fetiche finalmente del amor, de la preocupación porque haya víveres, pocos o muchos, para garantizar la ofrenda afectiva mutada en viandas que más tarde irán a parar al altar de las mesas. Fetiche de la vida. Vistos como son, los refrigeradores producen y conservan emociones escalofriantes. Siempre que acudimos a ellos acudimos a un confesionario histórico donde consciente o inconscientemente declaramos el estado real de nuestros haberes morales, estéticos y emocionales. Parados ante el refrigerador, con la puerta abierta o cerrada, somos una especie de feligreses en espera de cumplir un sacramento cotidiano que nos repondrá potencias ante la vida. Nos sentiremos satisfechos o endeudados, nos abandonaremos a la gratificación de nuestros apetitos o al dolor por las calamidades. Por más frío que sea el refrigerador nunca nos deja indiferentes. Pero los refrigeradores son también espejo de las realidades colectivas histórico- económicas más vigentes. Desde sus orígenes el refrigerador estuvo muy cerca de la relación economía-necesidad-satisfactor, y eso no se ha modificado en lo absoluto. En alguna época se consideró la propiedad de un refrigerador como signo de progreso y bonanza financiera. Hoy desgraciadamente para muchos sigue siendo igual aunque los sistemas crediticios y otras maromas comerciales hayan facilitado la propiedad sobre unrefrigerdor. Dialogar con el refri es confesional y emocionante. El nos cuenta nuestro pasado más lejano y nuestro presente más inmediato. Conserva en sus entrañas, junto a los víveres, nuestros frutos más antiguos rituales y mágicos. Dialogar con el refrigerdor y sus verdades puede dejarnos helados.

Original: Diálogos con el refri