La Guerra de Irak, Eduardo Galeano

by = Monday, Feb. 17, 2003 at 6:30 PM

La Guerra de Irak by Eduardo Galeano

Tiempos del miedo. Vive el mundo en estado de terror, y el terror se
disfraza: dice ser obra de Saddam Hussein, un actor ya cansado de
tanto trabajar de enemigo, o de Osama bin Laden, asustador
profesional.

Pero el verdadero autor del pánico planetario se llama Mercado. Este
señor no tiene nada que ver con el entrañable lugar del barrio donde
uno acude en busca de frutas y verduras. Es un todopoderoso
terrorista sin rostro, que está en todas partes, como Dios, y cree
ser, como Dios, eterno. Sus numerosos intérpretes anuncian: "El
Mercado está nervioso", y advierten: "No hay que irritar al Mercado".

Su frondoso prontuario criminal lo hace temible. Se ha pasado la vida
robando comida, asesinando empleos, secuestrando países y fabricando
guerras.

Para vender sus guerras, el Mercado siembra miedo. Y el miedo crea
clima. La televisión se ocupa de que las torres de Nueva York vuelvan
a derrumbarse todos los días. ¿Qué quedó del pánico al ántrax? No
sólo una investigación oficial, que poco o nada averiguó sobre
aquellas cartas mortales: también quedó un espectacular aumento del
presupuesto militar de Estados Unidos. Y la millonada que ese país
destina a la industria de la muerte no es moco de pavo. Apenas un mes
y medio de esos gastos bastaría para acabar con la miseria en el
mundo, si no mienten los numeritos de las Naciones Unidas.

Cada vez que el Mercado da la orden, la luz roja de la alarma
parpadea en el peligrosímetro, la máquina que convierte toda sospecha
en evidencia. Las guerras preventivas matan por las dudas, no por las
pruebas. Ahora le toca a Irak. Otra vez ese castigado país ha sido
condenado. Los muertos sabrán comprender: Irak contiene la segunda
reserva mundial de petróleo, que es justo lo que el Mercado anda
precisando para asegurar combustible al despilfarro de la sociedad de
consumo.

Espejo, espejito: ¿quién es el más temido? Las potencias imperiales
monopolizan, por derecho natural, las armas de destrucción masiva.

En tiempos de la conquista de América, mientras nacía eso que ahora
llaman Mercado global, la viruela y la gripe mataron muchos más
indígenas que la espada y el arcabuz. La exitosa invasión europea
tuvo mucho que agradecer a las bacterias y los virus. Siglos después,
esos aliados providenciales se convirtieron en armas de guerra, en
manos de las grandes potencias. Un puñado de países monopoliza los
arsenales biológicos. Hace un par de décadas, Estados Unidos permitió
que Saddam Hussein lanzara bombas de epidemias contra los kurdos,
cuando él era un mimado de Occidente y los kurdos tenían mala prensa,
pero esas armas bacteriológicas habían sido hechas con cepas
compradas a una empresa de Rockville, en Maryland.

En materia militar, como en todo lo demás, el Mercado predica la
libertad, pero la competencia no le gusta ni un poquito. La oferta se
concentra en manos de pocos, en nombre de la seguridad universal.
Saddam Hussein mete mucho miedo. Tiembla el mundo. Tremenda amenaza:
Irak podría volver a usar armas bacteriológicas y, mucho más grave
todavía, alguna vez podría llegar a tener armas nucleares. La
humanidad no puede permitir ese peligro, proclama el peligroso
presidente del único país que ha usado armas nucleares para asesinar
población civil. ¿Habrá sido Irak quien exterminó a los viejos,
mujeres y niños de Hiroshima y Nagasaki?

Paisaje del nuevo milenio:

gente que no sabe si mañana encontrará qué comer, o si se quedará sin
techo, o cómo hará para sobrevivir si se enferma o sufre un accidente;

gente que no sabe si mañana perderá el empleo, o si será obligada a
trabajar el doble a cambio de la mitad, o si su jubilación será
devorada por los lobos de la bolsa o por los ratones de la inflación;

ciudadanos que no saben si mañana serán asaltados a la vuelta de la
esquina, o si les desvalijarán la casa, o si algún desesperado les
meterá un cuchillo en la barriga;

campesinos que no saben si mañana tendrán tierra que trabajar y
pescadores que no saben si encontrarán ríos o mares no envenenados
todavía;

personas y países que no saben cómo harán mañana para pagar sus
deudas multiplicadas por la usura.

¿Serán obras de Al Qaeda estos terrores cotidianos?

La economía comete atentados que no salen en los diarios: cada minuto
mata de hambre a 12 niños. En la organización terrorista del mundo,
que el poder militar custodia, hay mil millones de hambrientos
crónicos y seiscientos millones de gordos.

Moneda fuerte, vida frágil: Ecuador y El Salvador han adoptado el
dólar como moneda nacional, pero la población huye. Nunca esos países
habían producido tanta pobreza y tantos emigrantes. La venta de carne
humana al extranjero genera desarraigo, tristeza y divisas. Los
ecuatorianos obligados a buscar trabajo en otra parte han enviado a
su país, en el año 2001, una cantidad de dinero que supera la suma de
las exportaciones de banano, camarón, atún, café y cacao.

También Uruguay y Argentina expulsan a sus hijos jóvenes. Los
emigrantes, nietos de inmigrantes, dejan a sus espaldas familias
destrozadas y memorias que duelen. "Doctor, me rompieron el alma":
¿en qué hospital se cura eso? En Argentina, un concurso de televisión
ofrece, cada día, el premio más codiciado: un empleo. Las colas son
larguísimas. El programa elige los candidatos, y el público vota.
Consigue trabajo el que más lágrimas derrama y más lágrimas arranca.
Sony Pictures está vendiendo la exitosa fórmula en todo el mundo.

¿Qué empleo? El que venga. ¿Por cuánto? Por lo que sea y como sea. La
desesperación de los que buscan trabajo, y la angustia de los que
temen perderlo, obligan a aceptar lo inaceptable. En todo el mundo se
impone "el modelo WalMart". La empresa número uno de Estados Unidos
prohíbe los sindicatos y estira los horarios sin pagar horas extra.
El Mercado exporta su lucrativo ejemplo. Cuanto más dolidos están los
países, más fácil resulta convertir el derecho laboral en papel
mojado.

Y más fácil resulta, también, sacrificar otros derechos. Los papás
del caos venden el orden. La pobreza y la desocupación multiplican la
delincuencia, que difunde el pánico, y en ese caldo de cultivo
florece lo peor. Los militares argentinos, que mucho saben de
crímenes, están siendo invitados a combatir el crimen: que vengan a
salvarnos de la delincuencia, clama a gritos Carlos Menem, un
funcionario del Mercado que de delincuencia sabe mucho porque la
ejerció como nadie cuando fue presidente.

Costos bajísimos, ganancias mil, controles cero: un barco petrolero
se parte por la mitad y la mortífera marea negra ataca las costas de
Galicia y más allá.

El negocio más rentable del mundo genera fortunas y desastres
"naturales". Los gases venenosos que el petróleo echa al aire son la
causa principal del agujero del ozono, que ya tiene el tamaño de
Estados Unidos, y de la locura del clima. En Etiopía y en otros
países africanos, la sequía está condenando a millones de personas a
la peor hambruna de los últimos veinte años, mientras Alemania y
otros países europeos vienen de sufrir inundaciones que han sido la
peor catástrofe del último medio siglo.

Además, el petróleo genera guerras. Pobre Irak...